Wednesday, March 23, 2011

La venida al misionero

Acababa de llegar al centro de capacitación misional en los Estados Unidos y empezaba a acomodar las cosas en mi cuarto. Ya mi familia me había despedido y a pesar de la bienvenida cálida de los administradores y las personas que me saludaron con gusto por venir, me sentía un poco solito en ese momento. Mirando alrededor y revisando el cuarto, me aparecía un sueño que estaba viviendo. Por mucho tiempo había reflexionado sobre cuando sería un misionero, pero al llegar al instante me quedé pensando si ya estaba listo para esta responsabilidad. La carga de enseñar a una gente distante que todavía no conocía era una que tomaba con seriedad. Sin embargo, la juventud me llevaba por la mano a tal grado de que me sentía desprevenido para dar todo mi esfuerzo al Señor. Sabía que la obra misional es una parte importante de la cultura como miembro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. La gente nos llama mormones y reconoce los misioneros a la vista. De ser uno y tener el nombre de Elder, el título reservado para las personas que enseñan el evangelio por tiempo completo, es algo para acostumbrarse. Tenía tiempo, al esperar por mi compañero mientras que tomaba la pluma y escribía en mi diario. “Querido diario, mi compañero Elder Zimbelman tarda en llegar. Vienen los nuevos en orden alfabético por tanto hago uso del tiempo al conocer los elderes de mi distrito y los otros compañeros del cuarto aquí en el CCM. Puedo ver aún que ellos son muy buenos y están animados. Mañana empiezo las clases y realmente no sé cómo voy a sobrevivir el idioma. Voy a tener mis oídos abiertos para absorber todo lo que pueda. También, me doy cuenta que me falta mucho del conocimiento del evangelio. Haré mis oraciones para que el Señor me ayudes en este tiempo. Hoy empiezo la misión la cual tendré que refinar mi forma de ser para cumplirla bien.”
Quería ser misionero desde chico. Hablábamos en la iglesia sobre las experiencias de misioneros anteriores que habían ido a varios países en el mundo y participaron de culturas lejanas. Trajeron con ellos el evangelio y sembraron la palabra en el corazón del lector para efectuar un cambio sincera. Esto resultó sucediendo en mi propia familia con mi padre. Él antes de conocer a mi mamá escuchó el evangelio aquí en Kansas y lo aceptó por medio del bautismo. Al recibir el mensaje, él tomó la oportunidad de vivirlo, lo cual hizo un cambio duradero. Dejó de beber el alcohol y puso el mundo al lado para servir en la iglesia. Él no tenía mucho dinero ni habilidades sino que tenía la fe inmovible para seguir adelante. Llegó a ser un líder de su grupo y cargó al ministerio de cientos de personas aunque no tenía mucho tiempo de ser miembro. Ciertamente se perdía a sí mismo en la obra lo cual encendía el deseo de servir la misión por tiempo completo. Ya tenía veinticinco años, una edad avanzada para un misionero que típicamente va a los diecinueve. Podía imaginar nada más el sacrificio que había sido ir a la misión en esta etapa de su vida. Un misionero normalmente paga por todos los gastos cuando está en la misión y él ahorró dinero y recibió apoyo también de los miembros para que pudiera ir. Quería yo seguir en esta tradición de servicio misional.
No entendía por completo lo que estaba empezando. Antes de llegar en esta situación vivía la vida buena y cómoda con mi familia. Tenía la mentalidad todavía de adolescente. Tomaba mi pluma y empezaba escribir de nuevo, “No sé muchas las cosas de la vida. No tengo palabas elegantes ni suaves para compartir. Entre los hombres soy joven e insignificante. Solo tengo la fe, tal como tenía mi padre y con esto seguiré adelante. ¡Padre Celestial, ayúdeme en este tiempo, deme la resolución al llegar a ser un buen misionero, Amen!”

2 comments:

  1. A veces pensamos que nuestra vida es difícil... hasta que nos damos cuenta de la realidad de los demás!

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  2. Casi me olvido!!: Es una narración bien escrita y trasmite muchas emociones y sensaciones!! Buen trabajo!!

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